25 de febrero de 2009

Con el atardecer

Con las doradas luces del atardecer las casas se tiñeron de escarlata y la suave brisa levantó una delgada capa de fino polvo que daba un aspecto etéreo y delicado a la escena. La raída capa negra susurraba misterio a cada paso que aquella figura avanzaba por las calles semi desiertas; bajo la penumbra de la capucha el rostro era inescrutable y sólo el brillo de una mirada reflejando la luz crepuscular sobresalía.

El susurro terminó y la figura se irguió frente a la puerta de una posada, una blanca mano de alabastro se tendió hacia la entrada, vaciló y volvió a caer inerte a un costado del cuerpo encapuchado, volvió la cabeza con gesto melancólico y continuó desplazándose como una sombra entre los pocos que aún transitaban aquellas calles empedradas; miradas llenas de temor y desconcierto le seguían pues era una aparición con aire espectral, aún cuando los movimientos sigilosos tenían un deje de angustia. Siguió su camino hasta el pozo en el centro de la plaza, una mujer que sacaba el cubo en ese momento se quedó congelada con un gesto mezclado de sorpresa y temor; se acercó un poco más sentándose en el borde del pozo antes de deslizar su capucha.

—¿Podría darme un poco de agua? Muero de sed.

La mujer asintió y sacó agua para obsequiársela, miró embelesada aquel hermoso rostro de alabastro, los rosáceos labios y los brillantes ojos verdes enmarcados por rizos que parecían de fuego a la luz del atardecer. Vio unas delicadas manos de finos dedos tomar el bol de agua que le ofrecía, vio aquellas esmeraldas desaparecer tras unos parpados de sedosas y abundantes pestañas rizadas, vio a la hermosa mujer pelirroja frente a ella disfrutar del agua que le había ofrecido, pero más que nada vio lo inusual de la belleza frente a ella.

—Elfo –Dijo sorprendida.

—No –Afirmó con su sedosa voz la joven pelirroja y una triste sonrisa apareció en su bello rostro, la mujer la miró aún mas sorprendida, la sonrisa se desvaneció para dar paso a una expresión ausente —Peredhil, soy una peredhil.

La mujer soltó el cántaro que sostenía hasta el momento, conocía la palabra y comprendía lo que eso significaba; unos ojos verdes completamente inundados de tristeza se clavaron en ella y luego desaparecieron bajo la penumbra de una capucha… la noche había caído ya y a la luz de la luna creciente la negra figura parecía aún mas fantasmal, pero ahora la nostalgia y tristeza la envolvían como un sudario, miró a la mujer y dio la vuelta como para dirigirse hacia la salida de la ciudad.

—¡Espera! –Corrió tras la pelirroja y le tomo de la muñeca, encontró su piel fría y sintió que la compasión se encendía en su pecho pues recordó la belleza de su rostro y la inconmensurable tristeza en su mirada —La noche es peligrosa fuera de las murallas, quédate.

De la penumbra que cubría su rostro surgió un triste suspiro y un débil asentimiento fue la respuesta, con su mano libre descubrió su rostro, un rostro expresivo con unas hermosas y húmedas esmeraldas mirándola agradecida.

Eleneär Naríel, ese es mi nombre –Dijo según caminaba junto a la mujer mientras que tras las veladas ventanas de las casas cerradas aquellos que la veían pasar como un suspiro murmuraban acerca de la llegada de una hermosa dama élfica.